jueves, 14 de febrero de 2008

Versión libre de GH5 (parte 2)

Había una vez una leona que no por hambrienta dejaba de ser muy inteligente. Tenía, entre muchas otras, una habilidad muy especial: Podía hechizar con la mirada.
Llegó cansada y enferma, algo afiebrada, sus pulmones daban mala señal. El hombre fuerte la puso bajo su protección, no se fiaba del domador de personalidad compleja. Con el paso de los días fue recuperando fuerzas pero el hambre seguía, al extremo de engullir pescado a falta de otras delicias a las que el malhumorado gorila impedía acceder. Ese día estrecharon vínculos con una culebra que acechaba, sin darse por aludidos ante los gritos de la mona carayá.

Mientras esto sucedía, nuestra trapecista conquistaba los corazones del resto del circo, a excepción de la viuda negra y el canario confundido.
Instalado que fue el trapecio, encontró a su partenaire. Joven agraciado, dedicado a su princesa, metódico, diligente, cariñoso y a veces, paciente. Su mayor preocupación era evitar que ella cayera en una voltereta o que alguien aflojara las cuerdas de las que se sustentaba.

Leona y trapecista se miraban con recelo, día por día medían sus fuerzas. Ambas eran conscientes de su habilidad e inteligencia, ninguna interfería en los juegos y quehaceres de la otra, había respeto.

Un mal día la leona dejó el circo. La culebra sufría su ausencia, no tenía con quien tejer y destejer estrategias, presintió que la coreografía que habían montado para la mona carayá se desluciría y con ello, una parte importante del circo.

Los trapecistas se habían enamorado, entre bellas piruetas en el aire y arrumacos perdieron la noción del tiempo. Sus amigos, poco a poco se iban yendo.



En el pueblo, la Plaza Central era un caos. El público se fue dispersando, cada quien a su plaza, cada quien a seguir un sueño.

1 comentario:

Maria dijo...

Y péguele fuerte al teclado !!!

Como Ud sabe hacerlo amigaza jejeje