martes, 5 de febrero de 2008

Las musas no usan celular...

...y es una desgracia que el progreso no haya llegado aún al Parnaso, y que Apolo no tenga la concesión de venta de tarjetas telefónicas.

Estoy transitando por uno de esos momentos blancos, en los que las ideas se tornan esquivas, y la elocuencia se toma el día libre. Más inoportuna no podía ser la situación, pero trataré de que no se advierta.

Estaba leyendo a Maru, y su escrito nostálgico sobre el pucho, y recordaba la visión que tenían los antiguos griegos sobre los hábitos, ya que ejercían una manera de catalogar a los "vicios" bastante particular.
Ellos sostenían que no era elegante, ni inteligente, ni práctico dejarse dominar por las malas costumbres.
Los griegos no eran precisamente un modelo de moral y buenos hábitos, al menos al estilo que hoy tenemos entendido por tales, pero sí sabían que lo malo de cualquier costumbre era dejarse dominar por ella.

La libertad era el bien más preciado en esa sociedad, en la que ser esclavo equivalía a ser paria, desdichado e ignorado. Pues bien: cualquier conducta que convirtiera al hombre en un esclavo de ella, era desaconsejada.

Fácil es decirlo, y en mi caso además es hipócrita, ya que me cuento entre las filas de los fumadores.
Muchas veces se me plantea la cruel dicotomía de elegir entre mi adicción y mi conciencia. Siendo estudiante de una carrera relacionada con la salud, debería abjurar del pucho más que de cualquier otra cosa. Pero la realidad es que no. Y no es que el tabaco me domine (al menos "pour la galeríe") , sino que me planteo exactamente lo mismo que Maru, cuando afirma que todos somos mortales, fumemos o no, hayamos sido desordenados o prolijos, ascetas o golosos, negligentes o cuidadosos.

Pero también es cierto que lo más importante en nuestra vida es el círculo de personas que nos rodea. Y casi tenemos la obligación de cuidar nuestro cuerpo en beneficio de aquellos a quienes amamos y nos aman. Nada extremo ni excesivo, claro está. Ningún exceso es cómodo a la larga. Pero sí podemos actuar preventivamente para disminuir riesgos. Nadie nos garantiza que viviremos más, pero casi con seguridad viviremos mejor

Los antiguos griegos también solían decir que "hay que desconfiar del destino" ya que a la larga se sale con la suya y que nada podíamos hacer para evitar el desenlace que nos está esperando más allá del horizonte de los tiempos, y no estoy de acuerdo con ellos.

Personalmente soy defensora del libre albedrío y no creo en eso de que todo está escrito y no podemos cambiar aquello que deberá sucedernos tarde o temprano. Pero esa ardua discusión ya es otra historia...

Releyendo ésto veo que la falta de inspiración se tradujo hasta en el título, y de verdad que no encuentro conexión alguna entre él y lo que estuve desarrollando después. Pero que quede como testimonio y prueba de que, cuando las Musas nos dan la espalda, lo hacen con toda la furia...

Buenas noches, besos a todos, y será hasta otro día





1 comentario:

Maria dijo...

Rita, me encantó...
tenga o no tenga que ver con el título.

Un abrazo, amigaza.