martes, 29 de enero de 2008

Contenta, Señor, contenta...

No pretendo emular al santo chileno, el padre Hurtado, con este título...

Él sí que lo decía de corazón, entregando a Dios con alegría lo que le tocara vivir.

Es muy difícil poder decirlo y sobre todo "hacerlo".

Hay veces que cuando somos contrariados en nuestros deseos, nos olvidamos

de que estamos en este mundo para cumplir con la voluntad de Dios sobre

nosotros y no con la nuestra sobre Dios.

Soy una de esas personas que le cuesta "aceptar". Lo reconozco con verguenza.

Dios ha sido demasiado bueno conmigo desde siempre.

De chica, una familia que vivía para los únicos niños que había en ella : mi

hermano y yo.

De mayor, una familia formada con el hombre que amo hace 40 años, más tres

hijos, dos yernos, una nuera y 4 nietos divinos.

Mucho he recibido y poco he entregado.

Quisiera haber "aceptado" más y protestado menos.

Intentar cambiar es difícil a mi edad. Pero nunca hay que dejar de proponérselo

aunque en el camino diario vayamos dejando propósitos sin cumplir convertidos solo

en buenas intenciones.

Dios lee nuestros corazones, sabe de nuestra pobreza y miseria pero también de

nuestros esfuerzos de conversión para poder aumentar nuestra fe.

Solo por hoy y esperando poder decirlo a diario junto a mi amado padre Hurtado:

contenta, Señor, contenta.

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