lunes, 6 de abril de 2009

.... y muchos lloramos

Vislumbré el mundo de los adultos un día de revolución y mi hermano en el secundario esquivaba balas al salir del colegio. Al poco tiempo explotaba una bomba de pintura en mi ventana, un año después mi maestra de primer grado pretendía enseñarme con un libro en el que debía leer “amo a Evita” cuando en mi casa eso sería una mentira. Pasaban los años, seguían los golpes de estado, los tanques rompían el asfalto, la gente permanecía muda, milicos y políticos se iban turnando en el afán de determinar quién era más macho, unos miraban hacia España, otros su ombligo.
Proscribir, prohibir, censurar, encarcelar eran los verbos más usados mientras que libertad, derecho y justicia eran utopías.

Ingresar a la universidad era complicado, debíamos concentrarnos en nuestros estudios mientras huíamos de bastonazos, patadas, trompadas y carros de asalto. El teléfono, herramienta casi inútil de esa época, solo funcionaba para amenazas de secuestro y muerte. El pelo largo, la falda corta y algún tango o chacarera eran ofensas a la moral y buenas costumbres penadas con cárcel y lo que allí sucediera.

Un día nos dijeron que estábamos en democracia pero algo no andaba bien, un señor de mirada fiera decidía que determinado sindicalista o cualquiera que se le opusiera, no tenía derecho a la vida. Poco a poco fue sumando muertes en su haber de brujo maligno y loco, conocí un sótano en el que alguno de sus ex amigos encontró refugio hasta concretar su huída.
Trabajadores, estudiantes, profesionales y cualquiera que tuviera seso y algo de conciencia comenzaron la contraofensiva, querían expresarse, defendían el derecho de pensar y cambiar esa sinrazón. Los menos tomaron las armas, la mayoría la palabra a escondidas. Unos y otros fueron arrojados vivos al río, masacrados en los llamados enfrentamientos (armas contra libros) sepultados a escondidas o auxiliados por manos amigas.
Junta militar, impunidad, dolor, desvergüenza, invasión, derrota aplastante, amenaza de guerra con pueblos hermanos, mucha mierda.

Los jóvenes viejos veníamos escuchando una voz de fe y esperanza.
Llevábamos años de discusiones y elecciones internas, íbamos detrás de un sueño y en contra de estructuras anquilosadas, escritorios empolvados y viejas mañas. Conseguimos levantar el estandarte de la verdadera democracia, la nación nos entendió, pudimos abrir esa puerta herrumbrada, los sueños se hacían realidad, la esperanza era mucho más que una palabra.

La realidad se ocupó de desarticular muchas ilusiones, volvieron las mañas, algunos se sentaron en sillas que les quedaban grandes, la palabra ya no era clara. Muchos abandonamos, otros se desprendieron equivocados o interesados.
Los jóvenes de hoy no tienen adonde dirigir su oído y su mirada. Todo es chato, desolado, saben que los engañan pero el hastío hizo estragos en sus entrañas. Son más viejos de lo que habíamos sido entre dictadura y dictadura cuando esa voz nos decía que siguiéramos ideas y no personas.


Esto y mucho más, hizo que lloráramos.

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